sábado, 27 de abril de 2013

Versos contigo. A mi hermana Belén por su cumpleaños.

Felina surgió una niña de una pupila,
La pupila oscura de un hermano gris,
La pupila sencilla de una vida en añil,
Tus ojos que me dieron siempre vida.

Ningún portal, ni verdad, ni bebida
Tuvo día la dulzura de una hermana
Más bella, más cándida, ni humana,
Ni mejor contrincante en la lidia.

Siempre perseguí tu fuerte intelecto,
Anduve tras tus formas de ver y hacer,
Pero siempre preferí tu mejor gesto:
Cogías mi mano para enseñarme a ver.

Lo has hecho tantas veces sin mirar,
Que levantan tus palabras en mi arena,
Reflejos de una firme playa sin penas,
Donde descansan castillos en mi mar.

Ahora te doy las gracias y te festejo,
No hay paz ni hay palabras ni realidad,
No me queda un duro en mi bolsa de sal,
Pero te felicita este inhóspito pendejo.

Si todos supiéramos la muerte en 24 horas.

 La elocuencia sería devenir. Los hitos costumbre. La conciencia nata. El discurrir meridiano. Todo tendría sentido para muchos y ninguno para otros. Muchos se despedirían y muchos se sentirían perdidos.
 Si mañana fuéramos a morir todos no perderíamos el tiempo con ninguna mentira, no haríamos daño, no quedaría parcela de nosotros, no seriamos un segundo de historia y la historia al completo del ser humano.
  Si mañana fuéramos a morir, cómo se darían los besos y, cómo no se darían. ¿Y los abrazos?. Y, cuando no hubiera ley ni concierto, ¿de verdad seguiríamos siendo sociales? ¿Lo seriamos muchos más?.
 Si mañana desapareciera el género yo, al saberlo, me quedaría compungido. No tendría tiempo para la ausencia pero sí para sentir una enorme pena por lo grandes que somos. Con todas nuestras imperfecciones, delitos y faltas.
 Lloraría de viva forma y sin lágrima ninguna (miento) por esta raza torpe y muchas veces siniestra, encajonada como una rés, -en este caso, dirección al matadero-. Lloraría por las lágrimas, por las madres, por los hombres, por la mujer, por los niños y las nenas, por los juegos y los caprichos.
 Lloraría desconsolado por el arte y mi amada filosofía. Lloraría porque es producto nuestro. Porque el artista o cualquier persona puede valer más o menos al mundo, pero lo que regalamos como una flor al aire, lo que nos sale....quizá haya razas más inteligentes o divinas en el cosmos. Si es así, éstas también llorarían por esto.
 ¿Qué es el hombre? ¿Qué es la mujer?. ¿Hacemos cábalas? Lo decía un carpintero hijo de carpintero que sería hijo de panadero, que a su vez sería hijo de cabrero, o dios sabe qué, decía, que al fin y al cabo sólo somos amor.
  Y estoy casi seguro de que así sería el último día el mundo si lo conociéramos. Lleno de amor y desventuras. Miren: si somos 6000 u 8000 millones, y los que han vivido plenas vidas y fallecieron, -más plenas o menos-, desde hace 200000 años. Si contamos que el hombre comenzó a tener graves conflictos sociales sólo después de comenzar su andadura por esos campos de Plutón atareado con la siembra y el clima....
 ¿Cuánto amor hemos puesto en este Universo? Esto me suena al cuento de Blancanieves, la destreza de la belleza para domar y la mano cruel del poder. El poder nos engendra demasiados monstruos que esconden nuestras destrezas y nuestra belleza. Y acaba con el equilibrio.
 Si llegara mañana la muerte para todos, para muchos sería un canto dulce, para otros una copa amarga pero bien bebida. Y las gentes se agarrarían a sus creencias. E invitarían al vecino a su casa. E incluso al pobre.
  Los pobres serían menos desafortunados que los ricos, como dice la puta esa de la Lomana. Yo estoy seguro que estarían menos vacíos. Él que tiene poco se tiene a sí mismo mucho tiempo. El que tiene mucho vive pero poco saborea. Aunque la televisión e Internet nos haya igualado. Ya ni el hambre es virtud.
  De hecho creo que sólo las almas jóvenes pueden ser ricas al venir a este mundo -exceptuando ejemplos a seguir y toreros.
  Si mañana fuera el fin el Mundo yo moriría por vuestros labios, por más palabras, por más caricias, por roces, por la amistad sincera, por todos los buenos actos, por todos nuestros regalos sin pedir nada a cambio.
  La generosidad humana cuando sale del corazón, directa como un meteorito entrando en la atmosfera y a punto de explotar, cuando apestamos a humanidad, como las flores. Cuando eso pasa, el ser humano es sublime, y
 ¿Y si mañana fuera el fin del mundo? Yo sólo pediría que sobreviviera de nosotros, en lo que demonios se engendrara en la Tierra, nuestra generosidad y la capacidad humana (y divina) de amar.
 En cualquier caso viniera lo que viniese sería para mejor.

martes, 16 de abril de 2013

Disfunción de lo japonés.

Me han regalado unos pañuelos tokiotas para guardar los tetras de sake. No es que me guste el licor de arroz de forma desmedida. Sino que la gente casi nunca sabe que regalar. En una gran urbe elige uno de forma compulsiva el detalle que le sublima cuando no sublima a nadie en Cai.
Tengo un rincón japonés en casa, uno en el cuerpo y otro en el cerebro. Pero todo lo que me ha interesado esa cultura me ha servido para volverme más hacia dentro, más autista, más catatónico.
Decidí ante tal tesitura absurda y vana hacerme daño en el cuerpo. Ya saben: La letra con sangre entra.
Y mi preferida: La sangre es la vida.
Así que después e mucho estudiar, de practicar tai-Chi, de leer algunos ensayos por arriba, de entretenerme desde pequeño con la particularidades de aquella cultura, decidí mezclar mis creencias con sus fuerzas para hacerme ese rincón del cuerpo todavía inacabado.
Una serpiente emplumada surcada por un rayo greco romano en señal de lealtad, firmeza y marcialidad.
Los japoneses suelen adorar las fuerzas naturales. E incluso se atormentan con sus oscilaciones y temen los fenómenos. Pero temen a pocos de los otros hombres.
Una cultura que entra en guerra con un “cuchillo” frente a un fusil, algo tendrá de encomiable. Una cultura que venera la caligrafía, algo encomiable tendrá. Además creo que hacen los mejores tejanos y son los amos del mundo vendiendo trastos para la limpieza de cerebro.
Creo que ya en breve sacarán ese wc soñado que te refresque el culo.
Los pañuelos la verdad es que son preciosos. Y traían, muy metódicos, instrucciones precisas de cómo realizar los nudos para la conservación fría del saque. Que no sé qué tendrán los pañuelos. Pero si ellos dicen que mantienen el frío habrá que creérselo. También dicen que el tai-Chi moldea, modela y precisa la energía vital y estoy seguro de ello.
Igual que pueden defenderse de una katana con los brazos, manos y piernas y esto parece más imposible.
La disfunción de la cultura japonesa es su superioridad, su incredibilidad, su talento y su sacrificio hasta el último suspiro. Qué digo. Seguro que los japoneses casi ni suspiran. Corren a coger el gazapo.
Trabaje hace años con un ingeniero muy cualificado de Tsukiyima Kikai Co. Todos trabajábamos de ingenieros con nuestras mesas con alas y nuestras gafas con montura de oro de Sudamérica.
El tipo llego, no había mesa, se sentó en el suelo, desplegó sus planos y a currar. Los ingenieros españoles de BMW 525 se reían de él, les parecía un señor con demasiada confianza en sí mismo creo yo. Cosa de la que ellos carecían de cerebro a polla.
El japonés con su mini pene, que tendría de seguro, les partía la cara a todos aquellos faraones.
Ya había pensado mucho en las cualidades de estos seres de Cipango, había admirado sus huertos de Okinawa y la insospechada, e investigada, eternidad de la vida de muchos de ellos.
Así se puede. Entiendo las luchas del XIX por quedarse aislados y la lucha de sus emperadores por sacarlos de su catatonia, de su autismo casi divino, de su particularidad rarísima de ser ellos mismo, de comprimir sus costumbres en ellos mismos.
Creo que es una de las culturas más auténticas de la tierra pero eso sí, inaccesible, hay que tener fe, hay que tener dedicación, hay que darle sangre y vertirla.
¿Dónde compro saque en Cai?

lunes, 15 de abril de 2013

Revueltas de Infancia

Tiraba fuerte de su bolso con estampado de caramelos y esmeraldas muy Ágata Ruiz. Con sus coletas a los lados gemía por llevar su bolsa cargada de libros. Y en sus calcetines de media pierna había un hálito de salir corriendo en cada instante.
“No te acerques a la piscina”. “No andes las escaleras”. “No perturbes el sueño de tus padres”. “!Venga¡, al colegio”
Antígona era una niña obediente aunque soltaba la mano. Chapurreaba el francés, en inglés y dominaba el castellano con sus cuatro años de antiflores y sonrisas. Los buenos colegios, las buenas amas, los buenos pares de cartón que eran sus padres, sus abuelos, efigies de sus saltos y cabriolas, -como un cuadro no pintado.
Todo era luz en Antígona. Y fuerza. Un máximo freudiano. Un intolerante a la vez que amable superyo. Un Ser y el Tiempo que sabía saltar sobre el camino firme de la infancia. Yo por aquel entonces contaba 10 años y, siendo un personajillo tan responsable, los vecinos, sus padres, me encargaban dejarla en la Guardería camino del colegio.
Aquella niña pelirroja se me quedó grabada para siempre en la memoria. Como no podía ser de otro modo, y por mucho que he leído a Freud e intentado cultivarme en el mundo de la obscenidad, estoy completamente seguro que de no existía una mota de tensión sexual entre aquellos que éramos dos seres en instancias de dejar de ser puros.
Pero aquella calidez del ordeno y mando con la inocencia de un hada o una mariposa. Aquella sonrisa de ave. O aquellas carreras de fuego camino de la guardería me hicieron intuir muchas cosas maravillosas sobre lo que yo estaba dejando de ir.
Era un pulso constante al corazón aquella infancia. Aquella potencia que se adormecía cuando se tomaba un cola cao. Capaz de intentar ordenar los pliegues de un papel hasta el infinito “¡¿Dónde está mi barco de princesa?!¿ùé?!”.
A parte de sus cuelgues de niñ@ cuando algo no salía del todo perfecto, cuando el reloj no marcaba el segundo correcto, en aquellos paseos fui descubriendo, como decía, la extraordinaria potencia de los cerebros jóvenes, cuánto nos destruían los conceptos sociales, las circunstancias, las tontadas del carácter que dejamos pervivir en nosotros mismos.
Me veía en aquella niña. Me veía partir. Me veía marcharme, correr un circuito con demasiadas esquinas ya. Me veía como un anciano mirando a Jean Paúl con 35 sin “chapurrear” francés y teniendo un odio contumaz al idioma de los Tudor. (Mientras más aprendía menos me gustaba).
Estaba orgulloso de quién llegaría a ser aquella niña. Pero lo que más me dolió no fue su destino, fue que se perdiera aquella picardía sin picardía, aquel repetir con la insistencia de él que piensa luego, aquel fuego sin dueño más que su Papá, aquella sonrisa furtiva a su madre, o aquellos arreones del brazo en busca de su dulce preferido.
Pasé mucho tiempo en aquellos años por casa de los López. Pero entonces, cuando Antígona contaba seis, su padre falleció en un accidente automovilístico.
Su madre no supero bien el golpe, se hundió y empezó a beber muy a menudo. La casa de Antígona se volvió un saco de sombras. Al poco se mudaron a otra ciudad y dejé para siempre de ver a Antígona.

Hasta ayer cuando paseando cerca del puerto vi un giro de aquel fuego en un coche que cruzaba. Íbamos lentos, junto al Boulevard. Ella marchaba en un VW Golf con unas tablas de surf en el techo y conducía un chico muy hermoso con gafas de sol. Me quedé mirando y ella se quedó mirando, nos cruzamos mil viajes a la guardería, mil caprichos, mil carreras y mil voces de niño. Y lo peor de todo es que no sé si era ella ni creo que ella supiera que pudiera ser yo. Pero me queda mi cerebro de niño.
Muy posible es que sea gracias a ella.

jueves, 11 de abril de 2013

Calderón y las musas. Al Gran Teatro del Mundo

Se oyó la voz de un poeta gritar los cuentos del camino. Se vio Dios en el orgasmo profundo de la comedia. Se vio vida en los papeles perdidos de su mano.
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar. Calderón o Beluga, por esos mundos ingrávidos y sutiles vamos dejando nuestro barrunto al infinito de las ondas marinas.
La humanidad desaparecerá, de eso no cabe duda. La pregunta que nos vale de algo es ¿Agrandar el corazón de estos congéneres, perecederos al máximo, lleva a alguna trascendencia?. ¿Hablaban los dinosaurios con los dioses?.
El divino creador, el pobre, el campesino, el rico o la belleza humana, la discreción o la religión. El autor soberano, ¡vaya manera e intentar dejar en la memoria de una rata su último cacho de queso!. ¡Cómo si fuera a dejar e ser rata!. Cómo si las ratas a parte de sus chinches no fueran hermosas…
Se hace camino en la historia -pobre suceso escrito y brevísimo. Ni siquiera la Generación hace historia, más que la espontánea del cariño o la huella. Es una enfermedad propia del ser humano y los dioses, o, inválidos del Crono.
¿Cuándo se vio en la memoria de los hombres suficientes cachos e queso?. He visto ratas grandes como un Mercedes Benz y hombres/mujeres más pequeños que la cabeza de un alfiler por mucho que llevaran a cuestas.
La Madre Tierra es así de caprichosa y se adentra con ruidos en la mar. Para atrapar la eternidad hay que hacerlo desde la respiración, la eternidad sólo existe aquí y ahora y es de exacto y completo lo mismo que todo lo demás.
Ya hace algún tiempo en ese lugar que es el fabuloso Teatro del Mundo, el autor soberano se perdía detrás de sus virtudes en cantar canciones mucho más complejas o igual que la suya. Todo lo que lleve Soberano de cualidad sólo distrae si es para poner dos cañas a nuestra salud.
Lo nuestro es pasar, ya lo decía el otro poeta más meridiano e inconstante. Y él otro navegaba: “Si se haya, Dios lo alaba”. Los dos llevan sus velero en aguas de alta mar golpe a golpe y verso a verso van dejando su verdad.
¿Para qué? Para que se lo lleve un glaciar, para que lo devore una rata, para poder ponerte el epíteto de soberano.
Cuán breve es una vida, cuántos papeles pintados, cuántos papeles dibujados, cuantos papeles trazados, rotos o plegados. “En esta vida todo es representación”. “Mi papel he hecho”.
Vaya, papeles que inventamos, que perviven lateralmente, que sobresalen un segundo, que cuentan de miserias, de riquezas, de hermosuras e incluso de la religión.
Qué pueblo éste el español¡¡. Amamantes del Auto Sacramental.
Yo os regalo uno también en dos versos: “Mira pa atrás que no veras nada de lo que hay,
                                                            Pero verás lo que tu culo pinto de astracán”.

                          P.D. Gracias Maestro, cuánto disfrute tu texto, como rata con lágrimas en los ojos

domingo, 7 de abril de 2013

Un suceso (Experiencias Fílmicas III)


Un suceso (Experiencias Fílmicas III)


Semidespierto, sin sueños, sin cavilaciones. Cansancio de bemoles e imposibilidad de descansar. No por mi apretada agenda social en vacaciones. Más bien parece que tengo de nuevo preñada la cabeza, más concretamente el hemisferio derecho, con nuevos asuntos que desconozco.
Ayer mentía al tiempo y a la caridad viendo en la noche madrileña, -de cielo algo más límpido por las lluvias recientes-, y desde un sótano en el que se cuecen propósitos y vuelan por un ventanuco, “El pianista” de Roman Polansky.
Qué de veces surgió la idea del llanto, la miseria de la verdad, la desproporcionada alevosía del ser humano y sus vicisitudes. Aquel hombre hambriento lleno de Chopin, de dedos casi descarnados, con el rostro ya sin dolores.
Ya digo, el llanto se me acercó varias veces, el corazón encogido, las manos apretadas e incluso pulsos al divino. Pero no. Gano él. Que se apiadaba de mis torpes pero alegres, humanos, gestos de empatía.
En la vida ¿hay que ser duro como se es duro en la no vida, acerado en el devenir inmenso de la no materia?. ¿De la materia sutil de los poetas, artistas y músicos?. ¿De la gravidez más extrema y la más liviana conjetura.?
¿Qué es la muerte? ¿Qué es la muerte gratuita? ¿Y una muerte bien pagada?. A fin de cuentas me percaté que qué más daba cuándo morir, cómo, ni por qué. Pero luchamos.
Parece que la vida también es dialéctica. Y, como yo soy lo más sencillo y mi usted un rato complejo, la vida se discierne también en un par de polos. Y no son estar de pie o de rodillas, en el bando de unos u otros, ni que te guste Bach o Mozart.
(Y en cambio, qué es el continuo. Cómo se rige esto. ¿Es duro el inclemente paso de Cronos? ¿Quiso acaso devorar a sus hijos? Todos sabéis que sí.
Entonces cuenta la mitología -saben que me gusta mucho- que nació el divino que pudo ponerle riendas).Con él que me cuestionaba yo ayer los crímenes de guerra, los genocidios, la dureza indómita de nuestro suceder, la guerra de mi Guernica, Paz y Amor, (la guerra que solivianto al gigante). La que nos toca a todos de las formas más diversas y escurridizas.
¿Por qué nos enseñaría el tiempo a ser tan locuaces como un látigo de siete flagelos? ¿Por qué no arrancar la carne cuando ya se está puesto a dar muerte? -esa parece ser una pregunta propia del ser humano.
Como decía. Decía “Divino, cómo ver justicia, cómo no convertirte en roca, cómo no ser intocable y a la vez la mermelada para un desnutrido. ¿Es necesaria tanta verdad? Y, ¿acaso existe por algún lado una mentira?. ¿Y la crueldad? ¿El vicio o la castidad? ¿El homicida o el carcelero? ¿Existe algo realmente con criterio propio en este nutrido universo de dimensiones?
Cada vez me estoy dando más cuenta que caigo en la cuenta de que el tiempo es lo que cuenta. Y que no cuenta a nuestro favor como humanos. Y que cada vez me acerco más al concepto del uno. Del Uno.
Y los polos se dispersan. (Tendré que comentárselo a mi psiquiatra). ¿Cómo ser en realidad un uno sin invasiones?, ¿invadimos así a todo el que nos acercamos? ¿Incluso sin motivo, sin quereres, sin noticias?. ¿Es esto psicopatía o teofísica o tener carisma?. ¿Pasa de verdad? ¿De mentira?
En fin, qué pasé un mal rato -habiéndola visto varias veces, alma candida- pero saqué algo en claro, creo que me estoy convirtiendo en un suicida en potencia, quizás en un bonzo estilo Amílcar Barca o Hércules emponzoñado. -Jajaja-. No se preocupen, son sólo palabras en soledades, y la muerte sólo un suceso.

martes, 2 de abril de 2013

Los Titanes, la Sirena y el marino

Tengo la voz rota de tanto caminar mi lengua los pasos tras los que te mueves. Quiero descubrir tu futuro, tu vacío y el lleno. Implementar tus ojos con el llanto de los míos, con su lenguaje, con la vasta sensibilidad de ser cuerdo y estar a tu lado.
Ni pestañeos, ni devaneos, dos miradas que se saben hasta el infinito aún cuando las décadas nos separen. Sé ser de lo que me admira. Sé leer en lo que es mío. No sé sentirte.
Pero persigo, persigo una sombra en la noche, una luz difusa en un paralelo no navegado, un espejismo en un desierto de olas saladas….y quiero mi azúcar, mi miel.
Ni más dunas de mar, ni más reptiles, ni peces voladores que vengan a mis redes.
Es tan difícil leer, es tan difícil sentir, es tan complicado inmiscuirse.
En una ocasión conocí una sirena. Estaba hecha de la espuma del mar y la injundia colérica de los volcanes submarinos. Solía navegar con su larga cola las fumarolas abisales. Y sus ojos eran como dos faros de Alejandría para los hundidos, para los perdidos y los advenedizos de profundidades.
Un día salió de la mar junto a mi barca y se puso a rezar, no sé si era un rezo, un quebranto o un canto triste de los que despiertan paz en el corazón.
Cantaba a la dicha incierta de los marineros pobres de solemnidad. Los que salimos a coger boquerones con lámparas de aceite. Su canto me podía y a punto estuve de tirarme por la borda. Pero no lo hice.
Baje con suavidad de mi barca sujetándome con mis brazos tatuados y emprendí el baño. Me acerqué a aquel ser que parecía mentir desde el infinito. Pues no podía ser real. Ni podía tanta belleza resumirse en un sola entidad.
No podía creer que tanta verdad no fueran los dioses. Pero quedaba claro que aquella era una criatura divina. De aquellas que aparecían en la Iliada y sobornaban los corazones de los héroes.
Y a un marino. A un pobre marino se le aparecía aquella dama de los Océanos.
Al acercarme ella no sintió miedo, ni siquiera se retiró un poco. Es más me hablo al oído. Allí los dos metidos en medio de la hermosa bahía.
Y dijo: “Los gigantes se encuentran con el tiempo. Como Abyla y Calpe. Y al final quedan petrificados en esa mirada”.
Y con un coletazo se impulso hacía el abismo tal y como había aparecido. Con su belleza, su tacto coralino, unas lágrimas de miel y un sonido de música que el agua atrajo hacía las profundidades.
En su voz lo comprendí. Mi paciencia de marino, mi pesca de hombre de poca fortuna, eran un sino delicioso. No debía esperar más, ni contenerme, ni elegir, sólo acabaría siendo una estatua de piedra junto a ti. Estaba escrito.

De Tarsis

Muchos adioses, demasiados holas, demasiados alientos, demasiados suspiros.
Soñé un día con refugiar tus pies del inclemente temporal del norte, de los fríos de agosto y de enero, de las llamas de nitrógeno de bocas sin registro determinado.
Intenté soñar con abrir todos los caudales, cada una de las válvulas. Y dejar que un Oceano de agua dulce limpiara tus piernas del barro y la nieve.
Del color y el calor de una colada esperaba ser piedra que desviara tu camino implacable, que llevara tus gestos a una paz más allá de la música, burbujeante agua en un Oceano plagado de muertes, de acidos -mi corazón.
En los precipicios se corrompen todas las esperanzas volcánicas de no volver a verte. De tenerte cosida a una parte de mi cerebro hasta un cierto momento.
Y saber que cuando pase ese momento seguiría rindiendo a tu frío mis tropas de azufre y sal escaldada.
No tenemos más remedio que el tiempo. Y el tiempo nos unirá. Para lo que sea. Un insulto, una bofetada, una sonrisa o una caricia... O una mano que te acompañe al Oceano cuando las coladas paren de acuciar las poblaciones costeras.