viernes, 24 de octubre de 2014

Metas.

Seguía queriendo morderte ahora que estabas lejana como un aroma en el horizonte, más allá de los cubos ajedrezados, junto a las acacias, pasando los huertos del alma y oblicua a todo camino de pescadores. Seguía queriendo morderte con fuerza.
Y toda una iglesia enterita pesaba en mi corvada espalda. La iglesia de tu sangre cruzándose con la mía entre mis dientes, con los tuyos. La pequeña cadena entrelazada de los seres humanos. Con la fuerza enorme de toda una creencia sistematizada que mana de mis fauces y mis fosas nasales: el hambre, hambre de distancia cuando estás lejos, hambre de paciencia cuando tienes prisa, hambre de ti que se guisa con paciencia en la distancia.

Y sigo queriendo morderte con querencia de “pa luegos” y, como bestia salvaje a pies de faraones y faraonas, me rindo y presto mi cuello a tus grilletes porque se que siempre puedo morderte, que me dejarás de buena gana derramar tu sangre por el Mundo. No fueron suficientes Isis y Osiris nunca, son siempre devorados por sus hijos.

Si el tiempo lo permite, se manche el Nilo de nuevo de rojo, con nuestras dentelladas, sin bombardear más las tierras de campesinos con carne débil. Todo ocurre en un dedal en la Tierra, lo mejor que podemos hacer es brindar por él. Nuestro yugo de una cosa muy convencional.

jueves, 16 de octubre de 2014

Chica Cicatriz

Posó en mi mano, en principio, como una pintura pirata, marca de cruz negra o esfera que me señalaba de por vida, corta ya sin ella. Se escabullía por mi piel suave como un zumo de naranja matutino, oscurecido por el cariz de la elección, denso como una sangre viva, vital y terrible. La tinta comía y comía versos de amor que comenzaban a convertirse en promesas; en figuras sólidas, lo que sólo fue sueño en vigilia. La tinta se posaba agarrándose firme a mi piel para poder hacerse.
De la mancha, pasó a insecto y ahora va mutando hacia pájaro. (Luego será mono y hasta res).
A medida que me tocaba, iban surgiendo las líneas, las sombras y colores de un Yo que era nuevo desde este momento, que tendía a mezclarse con esos trazos como si hubiera estado esperándolos desde siempre, una fatalidad más, que ahora encantaba como un tatuaje delicado en brazos de un malvado de pata coja. Su finura, su templanza, su constancia y sus colores claros, estaban convirtiendo a ese pirata en ave nocturna marina, en graznido solitario sobre las olas acercándose a los barcos iluminados, en una curva directa a un cubo rodeado de garfios y cabos, y repleto de alegría y libertad.
La poderosa marea de la marca nos había dado muerte, nos había marcado irrepetibles: faros, punto, suelo y más marca. De los dedos comenzaron a caer hilos de palabras que se habían dicho demasiadas veces, la tinta escapaba de mí para enseñarme a ver mi nuevo destino, el rumbo de unas manos que ahora eran sólo un lienzo hacia el horizonte de velas hermosas que tú habías adornado. No pensaba en ti, pensaba en mi carne, en mi libertad, en tu cuerpo, eres mi Chica Cicatriz.