martes, 4 de octubre de 2011

Fuga de cerebros

Deconstruyendo la psique aupado por los fármacos del sueño. Del soñar con derechos, con justicias, con faltas de indolencia, con voluntades férreas, con imágenes que se correspondan con alguna realidad. No quedan comas en mi saco porque se pudrió y se fueron por el retrete. Cuántas veces no querer vivir y maldecir la suerte. Cuántos motivos extintos y cuántos vivitos y coleando.
Cuando te metieron en la mierda siempre queda un rastro de ese olor en las mucosas, perpetuo, cadencioso, recalcitrante. Y quizás ni el odio valga de nada, ni la ira, quizás para mantenernos esa mijita de voluntad. Cuando se rompe el alma se rompe como un espejo. Y miras los fragmentos, que tardaste tanto tiempo en unir, y dan una imagen coartada y aberrante.
Nada como volver a colocarlos, entramar el puzzle, empeñarte en sacar una buena foto, cambiar la cara para ver la misma imagen...cada vez más cerca del origen....cada vez más pendiente del precipicio... cada vez más solo.
Una alta montaña de escombros me cobija, me da calor la basurilla del pueblo, me trago el humo incesante sabiendo que no sé si llegarán dolores….importa tan poco, tiene tan poco fin como breve podría ser su comienzo.
Y lloras en la noche, a la luna, tajada de melón, en un octubre siempre agorero de frios y bordes de acera, de hojas muertas y mustias, y rojo por el suelo. Y mi sangre ya no quiere derramarse. No, si no es de una sola vez. Por qué regar tierras salobres, por qué encauzar veredas a donde no viaja nadie, para qué cambiar el curso de rios indomables por la tormenta. Creo que eso se preguntan los dioses.
Que así me regalan la vida.
Y no puedo sino desear que la alta montaña caiga a los pies, encontrar un nuevo espejo donde reflejarme, huir consciente de la noche y la tormenta, agarrar un meteorito y tirarmelo en la cabeza. Mirar los dioses y escupirme las manos.
No habrá paz para los malvados…quizás negar a tanta gente, te maldiga para el infinito, te conjure en un pequeño dedal y en unos retazos a medio coser que no encontro nunca una costurera, te conforme como un ser reptiliano y serpenteante, como una vivora a punto de morder a la que le arrancaron de corazón sus armas.
Muérete, Sergio….me dicen desde el archipiélago, azotado por las olas inmisericordes del temporal, con el cielo apuñalado por los destellos de un rayo tras otro cayendo siempre en la misma cabeza.
No tengo suerte, qué decir…..soy poeta,…. si la tuviera quizás no escribiría
Y ahora me voy a dormir, que mañana me toca otro minué de galaxias solitarias, otro tango de mentiras y embustes, otra sinfonía de tormentas, y oleaje, y sinsabores. Todo consentido por mis santos cojones, que parece que no tienen otra cosa con la que entretenerse

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