miércoles, 19 de junio de 2013

Roces

Sobornando rimas con cadencia de barrancos, aupado, como mi gata, al pretil de la terraza. Quise ser perro y no lo conseguí. También lobo. E incluso oso. Pero siempre el equilibrio, el dominio del momento angular, la caída, el salto, la vista.
Me cuido bien el bigote, nunca me afeito. Dicen que es un elemento de tacto importante. Así también lo creo yo. Quise dejármelo largo, luego en perilla, con nociones de ingravidez… Pero he notado que el mejor tacto es la corta distancia.
El roce de vello con piel y saliva. Toda una bendición negada al común de las mortales, cuando se niega, por torpeza del sujeto. Nunca un beso en la nariz por equívoco. Ningún consorcio que no deba firmarse de inmediato.
Me han caído besos del cielo al saltar de una mata a un rastrojo con un simple cruce de ojos, han volado al vacío cientos de miles, como los gatos. He tenido besos domados, redomados, expertos, circunspectos. He tenido todos los argumentos para dar más de uno.
Ahora, aquí, al borde de salir de viaje sin moverme de dimensión, en un solo arriba o abajo, mientras mi vista se delecta con los minúsculos seres del inframundo de mi ático, con las pulgas y los guiños al azul del cielo. Ahora, no tengo tacto, pero, ¿lo quiero?. Quiero un mundo perfecto, porque estoy seguro que puedo realizarlo. Quiero una mentira que sea una de mis verdades y que tenga sentidos.
¿El celo? El celo es poner miramiento en las cosas. ¿En celo?. No. Estamos en Feria y estoy en mi casa disfrutando un Ribera de los líquidos, -tampoco estoy para santos… Quiero saltar, quiero caer, quiero ver.
Saltar puedo, ver veo, caer, siempre en la misma cuenta corriente. Quiero créditos.
La corriente es tan importante como los gatos y como el crédito. Voy a seguir cayendo de pie, sólo espero que no pase un arroyo por debajo y que no me persiga ningún banquero.

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