sábado, 21 de septiembre de 2013

Acompañando a mi ángel

Llegó el día de los sueños rotos y las carencias sobrellevadas. Llegó el cuarto de hora de un tiempo en el que soslayar la incertidumbre y hacer notar la pobreza solemne de un notario venido a menos. Dar fe es cosa de dos. Creer en algo, una cosa tan posible como vivir este ingenio de cosas ambulantes.
Palabras y más palabras. Las palabras ni se las lleva el viento ni valen menos de un millón de imágenes. Miles por cada uno que las piensa y las siente. Muchas palabras tienen el cariño de un beso en la mejilla o la misma incoherencia de un beso entre enamorados, y otras, como las de hoy, un golpe en la piel más sutil del intelecto.
Todo me vale con tal de tenerte delante. Sentirte me lleva tan lejos como el infinito. Verte y escucharte me deleita hasta el no juicio. Me espero de hecho incluso cuando me cuentean alguna tontería. Si no es una tontería estoy despierto y hasta alerta. Es sintomático de mi cerebro gaditano y medio loco.
La pregunta que hoy me hago es: si disfruto tanto de vuestra compañía por qué está intolerante continencia en la soledad de mi casa y mi ámbito. ¿Por qué me escondo o por qué me reservo? -no sé por cual optar.
La verdad que, esconder, no tengo nada más que mis cientos de cariños inconfesados, que expreso a través de la educación o de mi loca percepción del conjunto. Todo el mundo, o casi todo, es venerable. Lo que pasa es que unos son más sosos que otros. Lo que ocurre es que existen jerarquías. Jerarquías del tiempo, de nuestras necesidades, deseos y hasta de quienes somos.
Si no practicara la soledad también me pregunto si os querría tanto o me cansaría de vuestras particularidades. Me canso de algunas particularidades, cuando me joden, -no antes. Y anoto con meticulosidad todo esto para olvidarlo al cuarto de hora.
¿Es el corazón sólo presente? El corazón es como un café. Da un subidón para luego irse alejando con la ayuda de su primo el cerebro. Irse diluyendo como un buen vodka en un buen zumo de naranja.
¿Tengo memoria de pez? ¿Tengo escamas de pez? ¿Tengo apetito voraz? Lo que tengo es un cuarto de hora, como decía Warhol. Un cuarto de hora de gloria, que pasa cada cuarto de hora, y que me demuestra lo rico y lo pobre que soy cada cuarto de hora. Hoy ¿pobre o rico?. Ustedes dirán y conjeturen lo que son ustedes también.

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