sábado, 20 de julio de 2013

El volador y las fronteras

Como una trucha en aguas frescas y limpias. Salpicado por las motas negras de las ondas del viento en mi piel de aguas. Llega el verano y abundan los mosquitos, las moscas, abejas y hasta libélulas y alguna chicharra descarriada.
Voy moviendo mi cola de cuerdas por la corriente no lunar de este río de aguas vivas que es esta tierra “surcada”. ¿Cuándo aprenderemos a vivir?. La mosca, el sedal, el cesto. A veces pensamos….no, pensamos cuando nos cazan. Somos vertebrados de aguas calientes o frías.
Parece que la multitud del río piensa cuando se detiene la corriente. Somos seres de poca memoria. Tanto reírnos de tal o cual defecto del prójimo sin ver nunca que ocurre con nuestras aletas. Ni siquiera las piernas sirven para caminar sin saber observar y ser trucha lista.
De la que distingue la mosca por bien que haya sido tejida por el pescador.
Una mosca, demasiados hilos y sólo suena una música. Me gustaría que mis congéneres no fueran peces, ni moscas ni chicharras. Pero es tan fuerte la corriente como lo fue siempre. Y los misterios de la superficie indescifrables para un pobre carángido, un salmónido o una simple doncella.
Ven al hemisferio derecho del cerebro, toca la cualidad Delta en armas de tomar, -que se te agarrarán para echarte abajo-.
Hoy tampoco pesqué ninguna mosca. Sólo sé cantar a la superficie cuando aparece un pez volador. Y salir al mar, hace divertidos movimientos que me marean.
Estoy estudiando y tengo intención de solucionarlo. Me tiraré a las olas a ver que me enseñan, prefiero la asfixia por sal a la asfixia por aire. Y el volador parece una presa importante.

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