Este juvenil soneto, esparcido y musical,
Que amable se pone en movimiento lento
Persigue desglosar, entre palabras, incierto,
ante la belleza y su ahí, la codicia de Cioran.
Sin entenderse aquí y ahí de bien o mal
Al escéptico ideal con este injusto verso,
Todo bien medido, estrangulado y violento,
Hay que reírlo y alzarlo dueño de su mechinal.
Y si no, háganle oídos a la inmutable belleza,
Del mar, por ejemplo, y atónitos contemplarán
Que al cabo de buen rato y con alguna destreza,
de quiénes son y qué piensan nada recuerdan;
Y, al instante, deseosos de lo que no serán
Desearán, sin medida, ser quienes no fueron, eran
O son.
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