lunes, 7 de octubre de 2013

Dos estratos, no más

La escultura es una bifonía espacial de la mente. Somos tan de dos lados que no sabemos ni siquiera disimularlo. Nuestro condicionamiento a la simetría nos hace grandes geómetras a todos. Geómetras no, expansivas maquinas de la bifocalidad.
Siempre un bien y un mal, un rico y un pobre, un lobo y un cordero. El juego de los contrarios llega a nuestra percepción visual misma.
El otro día miraba a una chica y no sabía qué pecho tenía más hermoso. Yo suelo tirar a la izquierda pero me gustan las noticias de los de derechas. La izquierda apunta a mi frente -pensaba yo.
Algún día nos enteraremos que la bifonía sólo es una herramienta válida para cosas como elegir pareja, elegir refresco o cerveza, o elegir traje. Quizás sirva también en lo que “esos locos bajitos” llaman arte. A fin de cuentas un pequeño juego, o más complejo, de contrarios.
Algún día caeremos en la cuenta que somos mucho más que contrarios, ellos sólo existen en nosotros, como diría un médico griego. Llegará el día en el que la bifocalidad no sea un problema, y espero que llegue pronto.
Los expertos en marketing dicen que el próximo estrato hacía la sociedad de la inconsciencia es arrendar a sus más tremendos errores y simplezas a otros órganos sensoriales como el olfato. Los billetes por ejemplo saldrán del cajero con aroma BBVA o Santander.
¿Huele peste ahora mismo en tu habitación? Quizás a veces sea un principio para empezar a conocerse a si mismo o para hacerse rico. El olor a santidad para luego.

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