domingo, 26 de enero de 2014

En busca de un sinfonía. Reflexión por mis 35

Un hada buena, un hada grande, un hada cálida, la cantinela de dos alillas revoloteándome la cabeza a cada instante. Una merecida costumbre del hombre que por sana debe ser que yo no la practico. Un hada sola, una misma hada, ¿dónde volarán alas que toquen mi oído? ¿Dónde habrá narices mágicas que entiendan las varadas calimas de este aliento?
Ya tengo 35 y empiezo a plantearme que algún día tendré que conformarme con algún susurro. Difícil cuestión venderse caro en épocas de crisis y encontrar fortunas sin monedas que brillen y alboroten los cielos. Que se muevan y vuelen con la agilidad precisa.
Ya casi 70 le comentaba hoy a mi padre en tono burlesco. Y llevo quince años buscando a esa dama de los aires que yo tenga ganas de calentarme la cabeza con sus cosas.
Es complejo, -los que me conocen lo saben-, que mi espalda encaje bien en otro torso. Me evade Aristófanes con sus gracietas y sigo buscando entre la multitud un corazón que también esté tan roto, tan rápido y tan vivo a la vez.
Yo, en mi paroxismo habitual de pensador, tampoco hago nada por buscar encontrar un equilibrio del que gozan las multitudes. Siempre me acerco a quien se me acerca. Y tengo mala suerte, aunque crea en el karma. Espero que esté escrito que encuentre en los siguientes años una ilusión de esas extrañas que te completan de alguna manera. O que más bien te enriquecen.
Sólo será posible si yo creo que cumple con Aristófanes. No pienso ser ningún cordero ni ningún lobo. Pero me cuestiono si en esta vida habrá una titánica mujer para mí o si mi soledad ya se me ha pegado demasiado a las costumbres y en este enorme mundo virtual no haya esa determinada frecuencia que prolongue la música que ya suena en mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario