lunes, 6 de febrero de 2012

De Alejandría a Venecia hay un cabello

Son tus versos, y no los míos,
Son tus pasos, y no los míos,
Son tus labios, y no los míos.

Echado en la hierba fresca
Sentí tu pie delicado arrullando,
Y el mantra cálido de tu cadera
Contoneándose con fragilidad

Son tus arterias, yo sólo pongo la sangre.
Son tus pulsos, yo sólo pongo el corazón.
Son tus visiones, yo sólo quiero poner color.

En el estrecho paso de las candelarias,
Como una góndola, tu pelo negro
Borro cualquier resto de marea,
Ese manto guardó las luces para siempre.

Son tus contrastes y no los míos.
Es tu piel, yo sólo quiero ser alfombra.
Refugio seguro de las reinas del Egipto.
Y a pesar de lo que paso con San Marcos

No dejaré que nadie te robe.

No son tus sombras, son mis luces.
No son inquietudes, son mis besos.
Voy persiguiéndote sobre las aguas,
Y tus leves huellas en la mar nocturna
las borra mi recuerdo con deseos
de llevarte a casa.

Dicen que el santo que llevaron
A la elevada y lujosa Venecia,
No era Marcos sino Alejandro.
Un griego, medio persa y divino.

Quizás cuando paseaste esas calles,
El antiguo rey de reyes te bendijo,
para que yo te vea como te veo.

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