Nunca reconocí tantos dulces estrógenos,
No hubo feminidad más curvada y redonda.
La dulce calidez y los aromas que ahondan
Como si tomara un puñado de alucinógenos.
Enredado en tus suaves piernas, encógenos;
Estamos dispuestos a caer frente a tu rosa.
Pensamos tus aprietos, y pinchamos la sonda,
Que admira tus intimidades y tus agrios posos.
La albura de tu piel tenía que esconder negro,
Las sombras de tu pelo enredan las luces
Que, en mi dormitorio, se escribieron con celo.
Y en lo más profundo del interior de mis pupilas,
Veo calor, dolor, primor, candor, conciencia.
En tu rostro, y entre tus piernas, no sólo belleza,
Se veía el carácter de la mejor mujer esencial.
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