martes, 2 de abril de 2013

De Tarsis

Muchos adioses, demasiados holas, demasiados alientos, demasiados suspiros.
Soñé un día con refugiar tus pies del inclemente temporal del norte, de los fríos de agosto y de enero, de las llamas de nitrógeno de bocas sin registro determinado.
Intenté soñar con abrir todos los caudales, cada una de las válvulas. Y dejar que un Oceano de agua dulce limpiara tus piernas del barro y la nieve.
Del color y el calor de una colada esperaba ser piedra que desviara tu camino implacable, que llevara tus gestos a una paz más allá de la música, burbujeante agua en un Oceano plagado de muertes, de acidos -mi corazón.
En los precipicios se corrompen todas las esperanzas volcánicas de no volver a verte. De tenerte cosida a una parte de mi cerebro hasta un cierto momento.
Y saber que cuando pase ese momento seguiría rindiendo a tu frío mis tropas de azufre y sal escaldada.
No tenemos más remedio que el tiempo. Y el tiempo nos unirá. Para lo que sea. Un insulto, una bofetada, una sonrisa o una caricia... O una mano que te acompañe al Oceano cuando las coladas paren de acuciar las poblaciones costeras.

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