Muchos adioses, demasiados holas, demasiados alientos, demasiados suspiros.
Soñé un día con refugiar tus pies del inclemente temporal del norte, de
los fríos de agosto y de enero, de las llamas de nitrógeno de bocas sin
registro determinado.
Intenté soñar
con abrir todos los caudales, cada una de las válvulas. Y dejar que un
Oceano de agua dulce limpiara tus piernas del barro y la nieve.
Del
color y el calor de una colada esperaba ser piedra que desviara tu
camino implacable, que llevara tus gestos a una paz más allá de la
música, burbujeante agua en un Oceano plagado de muertes, de acidos -mi
corazón.
En los precipicios se corrompen todas las esperanzas
volcánicas de no volver a verte. De tenerte cosida a una parte de mi
cerebro hasta un cierto momento.
Y saber que cuando pase ese momento seguiría rindiendo a tu frío mis tropas de azufre y sal escaldada.
No tenemos más remedio que el tiempo. Y el tiempo nos unirá. Para lo
que sea. Un insulto, una bofetada, una sonrisa o una caricia... O una
mano que te acompañe al Oceano cuando las coladas paren de acuciar las
poblaciones costeras.
Que chulo te quedo..
ResponderEliminarUn saludo Sergio.