jueves, 28 de febrero de 2013

El siglo del Método Metáfora

En mi casa sólo faltan las ratas, se acumulan los envases de comida rápida y los lustrosos “cascos” de las botellas de cerveza de litro -una, poema, dos, debacle- (de botellas de vino blanco, de cava, de coñac..). En las pelusas de mi gata -que parecen ratas-ya se pintan horizontes de Oeste.
Soledades y sedes violentas. Y un Colt 38 para volarle los sesos a mi caballo cuando esté por reventar.

Y veo los riscos mediterráneos por la ventana. E imagino una mula cargada de bultos escoltada por unos catetos astutos y sin vergüenzas -armados con facas y sonrisas-, una mula que no trasporta corcho ni ramas rotas de alcornoque para arder en la villa más cercana. Una mula de cameo de Hollywood.

En este “desierto” del sur de Andalucía no sólo hay monterías. En este cacho verde y blanco, “los piratas del Estrecho” también pintaban y pintan historias. “¿tu eras ladrón?”. “Sí señora, si me quitaran estos grilletes te robaría el corazón”.

Ladrones de ilusión, de sueños, de monte y capa o sobrero y camisa. Ladrones a las Agencias Tributarias. Nunca reventó mi risa sin compañía. Y sin audacia no hay color en la vida.
Si no estornudas eres un desgraciata, y si no acompañas la música de tu lugar sólo serás sombra de sombra en un lugar extraño.

La vida es el mundo y el mundo, las esquinas de tu casa, las calles de tu pueblo, el color semiarmónico de los semáforos de tu ciudad. La vida tampoco es una carrera por mucho que construyamos caminos.

Tropieza de lado a lado. ¿Bailamos sin orden, con borrachera? ¿Bailamos dando besos sin prestar atención a los extraños? ¿Sin Colt ni caballos?

¿O con caballos y paquetes de tabaco encerrados en los calcetines?. En esta realidad sólo hay que saber ver y tener un buen reloj, un Rolex de categoría. Que se lo digan a los “catetos“ que anduvieron monte.

¿Cuándo llueve?. Cuando lloran unos labios por necesitar una extravagancia, un producto extranjero, una mica de jabón elaborado o un poco de penicilina para los hurtos familiares al destino.

Aquí llueve siempre, más que en Galicia, mucho más que Finlandia, y se habla una jartá. Pero salíamos mucho al monte para “comerciar”, para reír, para pasar frío a cambio de un compás de espera y langostinos.

Barna nos ha quitado un encanto. Lo que hace un transportador y un contenedor de mercancías sin dueño, ni origen, ni “correcta estiba”.

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