martes, 15 de septiembre de 2009

Diatribas Fundamentales. Sobre la educacion. En particular la mia

En este mundo loco e invertebrado,
A vosotros, grandes doctores, me dirijo,
En mis pocas palabras encorsetado,
Para haceros ver cuál de los destinos
De este mundo esbozado en la ignorancia
Puede ser amado sin caer en desatino.
Harto estoy de vuestras petulancias,
De vuestros discursos veteados de pedantería,
De vuestras extremas y perfumadas resonancias,
Que convierten a nuestra amada filosofía,
Oh, grandes doctores, a oídos de todos,
En la más difamada y monstruosa arpía.
Las palabras, encubiertas en ferroso lodo,
Nada pueden hacer por la enseñanza
Y aquellos que nos admiramos por todo,
No menos admirados, ante tal destemplanza,
Hemos de quedar atónitos y confusos
Al veros bregar con tantas inútiles lanzas.
De la enamorada filosofía, palabras y usos,
Sin eterno descanso, hacéis vuestros y partes.
Y más, todo lo hacéis necio y abstruso.
Así son en conjunto vuestras artes,
Que aquel que desea amar la sabiduría,
En lugar de encontrar luz a cada instante,
Entre tinieblas y retales de palabrería,
Aburrido ve consumirse su deseo
En la veloz corriente de esta loca vida.
Como decía el poeta: “Virtud y deseo,
El uno al otro se lleva, pidiendo y llorando van,
Peregrinan, de uno a otro lado, como ciegos”.
Que la enseñanza, honorables doctores, es tan
Gran desastre como el que nunca parió madre;
Eso, de puro sabido, aún hay que gritarlo más,
Y aún más, si, para el caso, se sufre en la carne
tal indómita catástrofe, tal potencia adormecida
en los mustios laureles que habitan filos de sable.
Y dirán ahora “Niño ignorante, bestia embrutecida”
Los honorables sabios de lustrosas cátedras;
Y diré que tal cruz será fuego antes que astilla,
Y que con el pico pico en sus aterciopeladas calvas.

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