miércoles, 16 de septiembre de 2009

Poema 38

Y después que el amargo llanto hubo pasado,
Aníbal, el despreciado, alzó su corazón en risas
Por cima de árboles, riscos y virtuales ninfas
Hasta gritar poseído con la verdad del tarado:
Si no me amas, caigan en virutas los hados,
Que aves y pájaros del cielo caigan a prisa,
Y que los árboles, secos, vean sus cenizas
reducidas a venenosas sierpes y oscuros talos.
Que el cielo ennegrezca hasta acariciar la nada,
Y se vean los hombres en muerte sepultados.
Cuando los hermosos animales no emitan hadas,
Descansaré, amor mío, del dolor que me pesa,
Que me haces, y arrastra a este desgraciado,
A la segura muerte que en sus labios besa.

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