martes, 6 de octubre de 2009

Inspirando

Porque quedaste parada al lado mío en silencio,
Y sentí tu piel en el roce amigo de tus brazos,
Y hoy tu voz como miel derramando por tus labios.
Y tus ojos bellos de una diosa de oriente.
Los fijaste en mi aunque fuera de forma breve,
Bendita sensación ser visto por los que ves.
Como si se abriera el cielo en la feroz tormenta
Me calmaste, me sentí arraigado, y estabas contenta.
Como siempre no oí de ti una mala palabra,
Ni he encontrado nunca en tus ojos un reflejo
que no valiera la pena, y mil cofres de oro.
Pena es no tenerte siempre a mi lado cosida.
Pero creo que en el destino que pinta el espejo,
En el que se mira a los otros. Tu eres mía,
y yo soy tuyo, aunque pasen feroces los años.

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