viernes, 2 de octubre de 2009

Poema 70

Que suerte tengo de esta lujosa ventana,
Podium olímpico de la hermosa bahía,
De la baja y humilde y sabía Andalucía,
Que nunca es, ni será, ni ha sido, casquivana.
El mar de un azul soñado para las manzanas,
Y el ímpetu innegable de su errática brisa,
Y los innumerables buques que sin prisa,
Guardan a sus marineros, mientras danzan,
Bajo este sol clemente de la melancólica Algeciras.
El trasiego constante de su gran puerto,
Llega a mis oídos como un lejano rumor,
Que no cesa nunca, que levanta el rubor
En las mejillas cálidas de los despiertos,
Y ociosos como yo.( ) Que vamos mas lentos
Que esa horaria e imperturbable mudanza,
Con que los hombres trincan las aceradas lanzas,
Para mantener viva esta ciudad y su verbo.
Y el aroma dulzón y solaz de los pinos,
Que viene a mi pupitre con verde de palmera,
Y las construcciones coloniales inglesas,
De cuando cazaban por aquí los hijos
De Inglaterra, con sus perros y sus niños,
Haciendo feudo de nuestras tierras y ruinas.
Aquí, desde la muralla, de esta mina,
Que fue la Algeciras milenaria. Con brío,
Tantas veces molida, hundida y quemada,
Observando los barcos de recreo y la ensenada,
Y el cielo, y el horizonte, y los riscos,
Creo que todavía existe la esperanza,
De que vuelvan otros tiempos a este sitio,
Cuando éramos capital, y destino soñado.

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